miércoles, 19 de junio de 2013

Soñando utopías

Hace tiempo que no escribo nada. Y es curioso, porque la idea cuando hice el blog era que sirviera para poner en orden mis ideas, poder desahogarme y dar salida a toda la mala leche que se me forma dentro cuando leo ciertas noticias, y si se tercia, compartir algunas cosas que me llamen la atención y me parezcan dignas de ello. Últimamente no me han faltado motivos (sobre todo por lo de soltar mala leche, de esos hay demasiados), y hay varias ideas cociéndose, esperando sólo a que tenga ánimo para sacar tiempo para ponerlas negro sobre blanco.

Pero hoy, mientras eso ocurre, me gustaría dejar aquí un extracto de un texto de Eduardo Galeano que alguien me pasó hace mucho tiempo y que he reencontrado por casualidad rebuscando en archivos viejos y olvidados. Hoy era uno de esos días en los que uno se levanta enfadado con el mundo, sin un motivo concreto, y leer esto me ha ayudado a reconciliarme un poco con la humanidad y conmigo mismo. Los subrayados son míos:

Aunque no podemos adivinar el tiempo que será, sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar el que queremos que sea. En 1948 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible:
El aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones.
En las calles, los automóviles serán aplastados por los perros.
La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor.
El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o en la barrocas.
La gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar.
Se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir no más, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega.
En ningún país irán presos los muchachos que se niegan a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo.
Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas.
Los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas.
Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos.
Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas.
La solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo.
La muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero.
Nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene.
El mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra.
La comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos.
Nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión.
Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle.
Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos.
La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla.
La policía no será la maldición de quienes no pueden comprarla.
La justicia y libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda con lonja espalda.
Una mujer negra será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América, una mujer india gobernará en Guatemala y otra, Perú.
En Argentina, las locas de la plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar el los tiempos de la amnesia obligatoria.
La Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo.
La iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios: "amarás a la naturaleza, de la que formas parte".
Serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma.
Los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar.
Seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importe ni un poquito las fronteras del mapa o del tiempo.
La perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses, pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero.”

            Habrá quien diga que todo esto suena muy naif y muy utópico, que es un sueño imposible y tal. A esos hay que contestarles con otra cita del mismo autor:

            “La utopía está en el horizonte.
Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos
y el horizonte se corre diez pasos más allá.
¿Entonces para qué sirve la utopía?
Para eso, sirve para caminar.”
            Y tú, ¿qué futuro imaginas?