miércoles, 20 de febrero de 2013

Qué gran país...

Hoy he visto en su cuenta de twitter que Arturo Pérez-Reverte, -autor que admiro y respeto y que salvo excepciones, suele decir cosas bastante sensatas-  en una de las conversaciones que mantiene allí de cuando en cuando, empezaba una serie de twits y retwits mencionando las cosas buenas que tiene España y por las cuales deberíamos sentirnos orgullosos y agradecidos. Supongo que pretendía con esto salir un poco de la tónica reinante en el ánimo de la gente, la del "la cosa está fatal", "somos lo peor", etc.

Salvando las distancias con aquel infame anuncio de Campofrío en el que el payaso Fofó nos instaba a estar orgullosos de cosas como que haya abuelas que mantienen con su pensión a toda la familia o que los jóvenes universitarios tengan que emigrar para tener un futuro -manda cojones la cosa...-, don Arturo mencionaba cosas que por un momento me han subido el ánimo.


Seguía mencionando personajes, hechos y cosas. La Alhambra, la paella, el jamón, los vinos, Ramón y Cajal, Blas de Lezo, Numancia, Bailén, Lepanto, el Prado, Cervantes... "Joder, cuánta razón", pensé. Nuestra historia -con sus luces y sus sombras- es vasta y rica, muy rica. Aunque la ignorancia unas veces y nuestro genético afán por echarnos mierda encima y apuñalarnos por la espalda la mayoría de las demás, nos impidan verlo. Por pocos sitios han pasado tantas culturas distintas como por nuestra península, y cada una de ellas fue dejando una huella cultural que, para bien o para mal, nos hace ser como somos. Tenía razón don Arturo: tenemos motivos para estar orgullosos, o al menos para no achantarnos ante nadie cuando se pongan a presumir de país. Qué de cosas buenas tenemos... fuá...

Luego caí en la cuenta de lo lejos que estoy de mi país, y de por qué. Recordé que he tenido que emigrar lejos de España en busca de un futuro que allí se me negaba, huyendo de la condena a la precariedad o al paro. Recordé cómo ahora sufro viendo desde la distancia cómo los infames gobernantes se dedican activamente a destruir el sistema de salud pública, privatizando hospitales que pasan a manos de la empresa del cuñado o el marido de alguien. A desmantelar la ya maltrecha educación pública, fomentando una educación privada que está en su mayor parte en manos de la Iglesia. A controlar para su beneficio todos los estamentos del poder, los medios de comunicación -manipulando impune y descaradamente las televisiones públicas-, y la judicatura -nombrando jueces a dedo, con cuotas de reparto para un partido y otro incluídas-. Contemplo con estupor cómo aparece un caso de corrupción detrás de otro, poniendo de manifiesto cuánto nos han robado, directa e indirectamente, dando contratos pagados con dinero público a los amiguetes. Y llevan haciendo eso 30 años. La mierda le llega al cuello hasta al rey, nuestro campechano Juancar. Y no dimite ni dios. Y mienten y vuelven a mentir, y se quedan tan anchos. Y los que no, callan, porque tienen lo suyo que tapar. Y los demás tratando de pillar votos como sea en esta marea de indignación. Qué grande España, eh?

Pero lo peor de todo, lo que me parte el alma, es ver que hay gente a la que todo esto le parece bien. Había que hacerlo, que no se hubieran comprado el BMW, para que roben que me robe el mío... bla, bla, bla. ¿Cómo se puede ser tan corto de miras, joder? Esa gente que en seguida te replican con un "pues anda que los otros..." o un "si no te gusta vete a Cuba" -demostrando que la frontera que separa la estupidez supina y la maldad absoluta es tan fina que llegan a mezclarse- o mi favorita: "...eh eh, que los republicanos en la guerra también mataron" -caso real que me pasó y que no respondí porque aún no entiendo qué tiene que ver con lo que estábamos hablando-. Esa gente, es la que me pone enormemente triste. Me pone malo, porque me recuerda a aquello del ¡Vivan las caenas!, el grito del pueblo cuando restauraron el absolutismo en la persona de Fernando VII, el rey más nefasto -y un grandísimo hijo de puta- que hemos tenido. No sabían la que se les venía encima, ni la que nos echaban, porque todavía estamos arrastrando las consecuencias que tuvo aquello, ninguna buena...

En fin. Que muy grande España, señor Reverte, no se lo discuto. Pero siempre terminamos con lo mismo: lo que podríamos ser... si no fuera por esta gentuza...