domingo, 24 de abril de 2016

Impresiones de norteamérica

EEUU y Canadá son dos países que, al menos para el visitante ocasional y breve, como es mi caso, se parecen mucho tanto en lo físico como en lo cultural. En estos sitios siempre tengo la sensación de estar dentro de una película o de una serie. Nos vemos bombardeados tan constantemente con la cultura norteamericana desde el cine y la televisión que cuando uno viaja allí todo resulta familiar y conocido. Nada te sorprende realmente, salvo quizá el constatar que lo que te llega desde la tele y el cine está de verdad todo aquí: la gente lleva esos coches estilo pick-up enormes y con la matrícula personalizada, los camiones son de esos con morro y dos tubos de escape verticales al lado de las puertas y en los restaurantes tienen esas mesas con asientos acolchados fijos pegados a la pared y te atienden camareras con delantal de bolsillos y una cafetera en la mano, siempre solícitas y sonrientes y preguntando cada tres minutos si necesitas algo, no vaya a ser que las dejes sin propina. El tema del servicio que se estila por aquí choca un poco al principio: suelen ser muy rápidos tanto al atender como al preparar la comida, todo lo contrario que en Alemania. Esto se explica por el sistema de sueldos bajos que se complementan con la propina que tienes que dejar si no quieres quedar como un tacaño y un imbécil. Está muy bien pensado: el dueño se ahorra un dinero y al mismo tiempo empuja al empleado a trabajar más, ser más rápido y más amable para que la propina sea más generosa.

Una cosa que choca es la multiculturalidad. En Europa no estamos acostumbrados a ver negros trajeados saliendo de la oficina o paquistaníes con barba y turbante tras el mostrador de una MacStore. Quizá en Francia o en Reino Unido sí sea esto más habitual debido a sus recientes imperios coloniales y a la gran cantidad de inmigración recibida desde las excolonias, pero en España los negros están en el mercadillo vendiendo bolsos y los paquistaníes son los que te preparan los kebabs. Nos queda mucho por hacer aún en el tema de la integración. Por lo demás, te encuentras a todos los tipos y estereotipos de gente que has visto cien veces en las películas: el negro graciosete que se mueve como bailando, el abuelo entrañable con gorra, riñonera y su chaleco de pescador, la latina madura que limpia en el hotel, el yupi trajeado con maletín que mira a todo y a todos por encima del hombro, el policía con cara de malas pulgas que trata a todos como terroristas en el aeropuerto (poca broma con estos ¿eh? Si les sonríes es peor), el negro con camiseta donde caben dos como él, tiro de los pantalones por las rodillas y que anda como si los huevos le fueran dando campanazos ahí también… etc, etc. Podría seguir y seguir, porque llevo cinco horas en el aeropuerto esperando mi vuelo y he estado como si sueltas a Felix Rodríguez de la Fuente en parque jurásico: observando la fauna. Otra cosa que no por manida deja de chocar es la cantidad de gordos. Pero no gordos como yo: lo mío es una gordura europea que no tiene nada que ver. Los de aquí son gordos superlativos, de panzas descomunales, papadas dobles y carnes fofas. En España también hay de esos, pero por norma general son pocos y están así porque tienen problemas metabólicos. Aquí su abundancia apunta a otros motivos, no necesaria ni exclusivamente médicos. Muchos para moverse usan un carrito eléctrico en el que van sentados porque no pueden andar más de 20 metros sin parar a tomar aliento, los pobres. Una vez vi a uno de estos en un supermercado que se estaba cargando la cesta del carrito con donuts de crema y otras guarrindongadas. Diría el hombre que ya de perdidos al río. En Canadá menos, pero en los USA se ven de estos a patadas.

En este viaje he estado en Montreal y en Michigan, en una ciudad cercana a Detroit. Como decía, las diferencias físicas entre los dos países son poco apreciables. Casas, carreteras, coches, rascacielos, tiendas, restaurantes… todo parece cortado con el mismo patrón en los dos sitios. En lo cultural también se parecen mucho, aunque hay diferencias si sabes prestar atención a los detalles y a la gente. Canadá es un país bilingüe, se habla inglés y francés, más de uno que de otro dependiendo de la región y Montreal es la ciudad más francófona de todas. El ver todos los carteles en francés, y escucharlo en la gente, le daba a todo un aroma europeo que se me antojaba irreal en tanto estéticamente seguía teniendo la sensación de estar en cualquier telefilm ambientado en Boston. En Montreal me llamó mucho la atención el mal estado de conservación de las infraestructuras: el cemento de las aceras y el asfalto de las calles estaban llenos de grietas y socavones enormes y la mayoría de los pilares y paneles de hormigón que forman los puentes de las autopistas se veían muy degradados y parecían a punto de deshacerse. Luego me di cuenta de por qué era esto: el hielo lo revienta todo. Durante los días que estuve allí, la temperatura máxima estuvo en torno a los -6°C a pesar de que ya era oficialmente primavera (fue al principio de abril). Sin embargo, el día antes de mi llegada habían estado a unos agradables y soleados 17 grados. En verano pueden llegar a los 35 y en invierno casi a los -40; supongo que estas diferencias de temperatura son demasiado hasta para el mejor hormigón.

No puedo dejar de comentar otra cosa que me llama mucho la atención en los EEUU: todo está pensado para que la gente se mueva en coche. Los supermercados, los restaurantes y hasta las farmacias se instalan en locales enormes al lado de explanadas enormes para aparcar y junto a las carreteras. En algunas calles no hay ni aceras y si quieres ir andando a algún sitio tienes que hacerlo por la calzada pegado al bordillo que delimita los jardines de las casas. También es verdad que muchas veces las distancias son tan largas que ni se te pasa por la cabeza ir andando, pero muchas veces no tendrías esa opción aunque quisieras. No sé por qué es esto, pero me parece bastante triste. El sistema de transporte público es penoso, por normal general, y no es fácil moverte si sólo dependes de él. Los usuarios del transporte público suelen ser la gente muy pobre: allí si no tienes coche eres un paria. La excepción a esto son los hípsters o “neo-hippies” que se mueven en bici siempre que pueden y los habitantes de ciudades grandes de verdad, donde usar el metro te evita los atascos.

Respecto al carácter de la gente, en los dos sitios tuve la sensación de que la tendencia general es hacia el individualismo: la gente va a lo suyo y le importa un carajo lo que pase a su alrededor. Probablemente esta sensación la podemos tener en cualquier ciudad grande del mundo estos días, pero hay algo allí que me la exagera y que no sabría describir bien. Quizá sea el punto arrogante que se deja ver cuando te hablan o la seguridad en sí mismos que destilan tanto sus palabras como su entonación y sus gestos. Esto último es especialmente remarcable en el caso de los estadounidenses, donde es fácil encontrar ese patriotismo y ese desprecio por todo lo foráneo que les da el creerse (o saberse) ciudadanos del país más poderoso del mundo (aunque nos pese). 

martes, 22 de septiembre de 2015

La sueño-película (entrada solo apta para los amigos encinarrealeños más cercanos)

De los guionistas de la aclamada Pelón Undercover
nos llega

La novia (famosa) de mi amigo

Producciones CANSALIEBRES. Sus sueños más locos en cinemascope y Dolby-Surround

La sueño-película empieza con todo el grupo de amigos juntándonos porque íbamos a un festival de música. El punto de reunión es la casa de la novia de Juanma (sí, en el sueño Juanma tiene novia, y como veis por el título, este es un poco el leit-motiv de esta sueño-película). No me preguntéis cómo, pero Juanma se ha ligado a Michelle Williams, o sea, la rubia de la serie de Dawson crece, o sea ésta:






La chica es muy apañá, y tiene una mansión por detrás de lo del Zorba, como si aquello fuera Hollywood. Allí tenemos una fiestecilla pre-conciertos bastante apañá, con su musicón, sus bebidas que aparecen de la nada por arte de magia, sus modelos en bikini sentadas al borde de una piscina… en fin, lo típico. Cuando estamos ahí en todo el buen rollo, llega la hora de irnos. La novia de Juanma trinca a una amiga morena que está que se parte y nos vamos todos. Yo no sé para qué se la lleva, porque ya no hace nada más en toda la película más que figurar y enseñar carne, que la pobre lleva un bikini mu chico, pero bueno.  

Resulta que el festival de música era en el río Yang-tsé, pero llegamos rápido, como si el Yang-tsé estuviera en el arroyo el Pilar en vez de en China. Allí hay montada una del copón, porque hay escenarios en las dos orillas y la gracia es que el público está en el agua (hace calor) cruzando el río de un escenario a otro, unos con flotadores, otros con manguitos, gente en barcas de remos como en el Retiro, hidropedales… Algunos hacen pie, como Juan el largo, que de repente me lo encuentro por allí mientras voy a por cerveza, haciendo un “Antonio” con sus colegas como si aquello fuera la caseta de la feria. El río tiene como medio kilómetro de ancho, pero como es un sueño da igual: una vez en el agua se va uno de una orilla a la otra en tres brazadas y además bebiendo cerveza de un vaso flotante con una pajita.



La Michelle se ha encontrado a un amigo allí, y no paran de charlar. Vosotros estáis todos con los manguitos puestos y flipando con los conciertos, pero yo no le quito ojo a la Michelle y al otro. El amigo es un guaperas de esos que salen en las pelis y me parece que le está tirando la caña descaradamente. Nadie parece darse cuenta, pero yo me estoy encabronando porque es la novia de MICOLEGA, y eso es sagrado. De repente estamos todos fuera del agua, en unas gradas que hay en la orilla, pero Michelle y el guaperas no están. Yo estoy más mosqueado que un pavo en Nochebuena, así que me voy a buscarlos. Mis sospechas se confirman: los encuentro dos filas más abajo y veo que el guaperas le acaba de meter cuello a la Michelle (que ha intentado hacerle la cobra). Se me llevan los demonios, la ira me ciega, solo puedo pensar LOSABÍALOSABÍALOSABÍA mientras, con la lengua enrrollada como el Arcayata, me pongo a su lado en dos zancadas y lo trinco del pescuezo con una colleja que ha hecho que se le salgan los mocos. Se vuelve con cara de susto, y lo cojo también de las pelotas y así, cogido por los huevos y por el cuello, lo levanto en vilo por encima de la cabeza y me lo llevo mientras grita y patalea. La gente grita horrorizada y se aparta, otros intentan pararme a mí pero no hay manera, soy un titán (es mi sueño, qué pasa?). El notas acaba volando gradas abajo y se queda desparramado entre los andamios que soportan la estructura de las gradas. Yo sigo con ganas de pisarle la cabeza, pero no lo hago porque está muy abajo y si salto me descogorcio yo también. De pronto se me pasa la ira y me acojono. Se ha hecho el silencio, todo el mundo me mira muy serio y lo único que hay en mi cabeza es “hostia, que lo he matao”. Este es el momento dramático del sueño-peli, pero se pasa rápido. El tipo levanta la cabeza, suelta un quejido, se agarra la pierna y dice “creo que me he roto la pierna”. Como es un sueño, mi alegría al ver que no está muerto es compartida por todos. Todo el mundo grita un “BIEEEENN” levantando los brazos, y nos vamos a seguir la fiesta como si no hubiera pasado nada.

Y aquí es donde me desperté sobresaltado pensando que llegaba tarde al trabajo… Cosas de la vida :)

lunes, 6 de octubre de 2014

Feministas y feministos

                Por una vez y sin que sirva de precedente voy a escribir algo sobre un tema de actualidad, aprovechando que me ha pillado con ganas y tiempo a la vez.

                Hace unos días ha causado cierto revuelo digital el discurso “feminista” que ha dado la actriz Emma Watson (sí, la de Harry Potter) en la ONU. Al principio no me interesó el tema, pensando que sería una parida, pero tras la insistencia de los medios me dio por leerlo y me he llevado una sorpresa. Es de lo más sensato que he leído sobre el tema. Y si realmente lo ha escrito ella, es muestra de madurez y de tener la cabeza bien amueblada, cosas totalmente inauditas en una persona que se hizo famosa siendo tan joven. Se puede leer entero aquí, y merece la pena.

                “Si los hombres no necesitan ser agresivos para ser aceptados, las mujeres no se verán obligadas a ser sumisas. Si los hombres no necesitan controlar, las mujeres no tendrán que ser controladas.(Emma Watson, discurso en la ONU)

                Y es que ya estoy bastante harto de escuchar y ver gilipolleces con todo este tema de la guerra de sexos. Quizá porque cada vez más, y sobre todo en las redes sociales, se tiende a radicalizarlo todo. Pero como decía aquel, un poquito de por favó.

                Mujeres del mundo que lucháis por la igualdad de sexos: a ver si nos centramos un poquito en las cosas que realmente importan y nos dejamos de gilipolleces que no llevan a ninguna parte en el mejor de los casos, y en el peor producen el efecto contrario al deseado. Me explico.       

               Lo que quiero decir con “cosas que realmente importan”:


  • Igualdad de salario. Esto es de cajón. Una mujer que tenga el mismo trabajo/posición que un hombre debe cobrar lo mismo. Punto.

  • Igualdad de oportunidades. Que por ser mujer no se vea discriminada a la hora de alcanzar cierta posición o de desempeñar cierto oficio. Esto parece que está superado, pero ni de coña. Y si no pensad en cuántas mujeres taxistas veis por ahí.

  • Apoyo a la maternidad. Que una mujer en edad fértil no tenga tan complicado encontrar un trabajo. Que las mujeres embarazadas no pierdan su empleo automáticamente, ya sea despedidas o en la modalidad española que se llama “no renovación”. Que una mujer no vea restringidas sus posibilidades de desarrollo profesional porque “en algún momento va a querer tener hijos”. Este punto es esencial si queremos tener una sociedad competitiva en lo económico, pero ese es otro tema…

               Lo que quiero decir con “gilipolleces que no llevan a ninguna parte”:

·         La estúpida guerra del lenguaje. Y me refiero a paridas como “jóvena”, “lideresa” y la soberana soplapollez de tener que mencionar los grupos dos veces, una por cada género (compañeros y compañeras, alumnos y alumnas, etc) o sustituir la vocal de “género” por una x, o una @. Hay quien lo llama “visibilizar a la mujer en el lenguaje”. Yo lo llamo “gilipollez suprema que me pone pa volar”. La cada vez más marcada tendencia a ser políticamente correcto ha hecho mucho daño en este sentido. Yo creo que este es uno de los puntos que más ha contribuido a desprestigiar el movimiento feminista y a que la gente se le ponga en contra. A algunos colectivos se les ha ido mucho la olla con esto, hasta el punto que yo he llegado a leer artículos en los que ya pasaban de la @ y usaban directamente el femenino plural para referirse a grupos multigénero. O sea, haciendo justo lo mismo que pretenden denunciar pero en sentido contrario; luego se quejan si las llamas feminazis. Sí, el lenguaje es sexista para algunas cosas (algo bueno es cojonudo y algo malo es un coñazo) pero eso no lo vas a cambiar. Hay cosas que se pueden discutir y aceptar, como la corrección de decir “una jueza” en lugar de “una juez”. Y hay otras cosas que van rematadamente en contra de toda lógica, como tener que doblar las palabras cuando se habla de grupos o usar aberraciones tipo “alumn@s”. Hay una cosa que se llama economía del lenguaje: la tendencia es a decir más cosas con menos palabras, no a tener que usar más palabras para decir lo mismo. Así que vamos a dejarnos de tonterías que la igualdad no va a venir por aquí. Hay cosas mucho más importantes que reconocerle a las mujeres, y en cualquier caso, las reglas lingüísticas no se cambian así como así. Cuando las mujeres cobren lo mismo que los hombres o se puedan quedar embarazadas sin miedo a perder el trabajo, no hará falta “visibilizar” nada en el lenguaje.

·         Renegar de la depilación como modo de reivindicar lo femenino y liberarse de la “opresión” masculina. Pero vamos a ver, ¿nos estamos volviendo gilipollas o qué? Si no te quieres depilar es tu problema, pero no metas a los hombres por medio ni digas que todas las mujeres son así de forma natural. Os recuerdo que las convenciones estéticas son algo que viene con la sociedad, no es algo que venga impuesto por el sexo contrario. Por lo visto en Turkmenistán (o en otro de esos países que acaban en –stán) el culmen de la mujer sexy es la uniceja, y la que no tiene entrecejo se lo pinta. Si decides no depilarte los sobacos, las piernas o el bigote pues perfecto; ningún hombre te perseguirá por la calle con una cuchilla al grito de “blasfema”, igual que a los hombres que no les crece la barba no les persiguen las mujeres para que se la pinten. Todo lo más que te lleves alguna mirada extrañada, o puede que incluso de asco, y apuesto a que la gran mayoría vendrán de otras mujeres. Yo hace tiempo que me depilo ciertas zonas por higiene o porque no me gusta, cientos de tíos por ahí van también a hacerse la cera por distintos motivos, y nadie nos dice que seamos unas nenazas por eso (y si nos lo dicen nos va a importar entre tres cojones y una puta mierda). Ahora eso sí, igual que a las mujeres no les suelen gustar los hombres que tienen más tetas que ellas a los hombres no les suelen gustar las mujeres con más bigote que ellos. Es la sociedad en la que nos hemos criado. Así que haced el favor de no mezclar los pelos con la igualdad ni el tocino con la velocidad.

Y ya para terminar: por favor, dejad de victimizaros por todo. Lo de la depilación es sólo un ejemplo de esto, que ahora parece que los hombres tenemos la culpa hasta de los dolores menstruales. Nada mejor para expresar lo que quiero decir que esta imagen: 



¿Alguna vez os habéis parado a pensar que a los hombres también se nos presiona? “Los hombres no lloran”… “No seas calzonazos y vente al bar”… Repito lo del punto anterior: es la sociedad, no los hombres. Por supuesto es algo que hay que cambiar y la única forma de hacerlo es con la educación, enseñando a los niños desde que son pequeños, pero también a los padres. Para que si una niña decide que quiere seguir jugando al fútbol encuentre en su entorno social y familiar más cercano el apoyo que necesita para hacerlo. Para que los niños aprendan a expresar y hablar sobre lo que sienten con naturalidad, y no se conviertan en los neandertales insensibles y poco comunicativos que se supone que tenemos que ser. Porque cuando veamos como normal el salirse de la regla, habremos acabado con esa regla. Continuamente se nos bombardea con mensajes sexistas, a veces no nos damos ni cuenta, y yo creo que eso es mucho más peligroso que cualquier regla lingüística.

…mis recientes investigaciones me han mostrado que el feminismo se ha convertido en una palabra poco popular. Las mujeres están eligiendo no ser identificadas como feministas. Aparentemente, esa expresión es percibida como demasiado fuerte, demasiado agresiva, aisladora, anti-hombre, e incluso inatractiva.

¿Por qué esta palabra se ha hecho tan incómoda? Creo que es un derecho que me paguen lo mismo que a mis compañeros hombres. Creo que es un derecho que pueda tomar decisiones sobre mi propio cuerpo. Creo que es un derecho que las mujeres estén involucradas por mí en las políticas y decisiones que afectarán mi vida. Creo que es un derecho que socialmente, se me ofrezca el mismo respeto que a los hombres.”
(Emma Watson, discurso en la ONU)

Creo que el gran error del movimiento feminista es que pretende cambiar el papel de la mujer haciendo la guerra contra los hombres, en lugar de hacer la guerra con los hombres. Chicas, no somos el enemigo. Al menos no todos: habrá tíos muy machistas, pero igual que también hay mujeres muy machistas. Es la sociedad la que nos impone los roles que tenemos que jugar, cómo tenemos que vivir nuestra vida. Se nos educa desde pequeñitos: las niñas juegan con muñecas y los niños con pistolas, y a lo largo de nuestra vida se nos sigue bombardeando con mensajes más o menos subliminales que perpetúan esos roles.

Fuente: @facua


En el último siglo el movimiento feminista ha conseguido unos progresos impresionantes. De ser prácticamente unas esclavas dedicadas a cuidar la casa y tener hijos (hasta hace no tanto, en España las mujeres no podían ni tener una cuenta en el banco sin permiso de su padre o de su marido) a estar como estamos ahora. Y todavía hay muchísimo por hacer, tanto en la sociedad occidental en la que vivimos como en otros países donde las mujeres tienen muchos menos derechos que en el nuestro. Así que por favor, vamos a dejar la pelea entre géneros y luchemos juntos, hombres y mujeres, por una sociedad en la que ellas tengan los mismos derechos y libertades que ellos.

Ah, y una última cosa. A las que dicen que luchan por la igualdad: ¿cuántas veces habéis protestado porque en el 95% de los casos de divorcio es la madre la que se queda con los hijos? ¿Cuántas veces habéis protestado por esos hombres que se ven en la ruina porque tienen que pagarle una pensión a la exmujer aun cuando ella también tiene trabajo para mantenerse? (un saludo Pilar, cacho de zorra). Pues eso. Que se nos llena la boca con la igualdad, pero lo mío, mío y lo tuyo luego ya si eso.  

martes, 25 de marzo de 2014

Sobre el acto de viajar

Hace poco he vuelto del viaje más largo que he hecho en mi vida, y voy a aprovechar para intentar retomar la escritura y de paso resucitar un poco este blog-cuaderno de notas.

No quiero pararme a poner por escrito todos los detalles del viaje. Han sido muchas cosas visitadas y muchas anécdotas y aparte de que llevaría mucho tiempo y de que solo serviría para aburrir a cualquier lector perdido que asome por este rinconcillo mío, me da una pereza horrible hacer eso.

                Hoy quiero escribir sobre viajar, en general, sobre por qué me gusta viajar. Y mira que es raro que yo diga esto, con lo que a mi me gusta estar en casa con mi ordenador, mis libros y mi playstation. Pero es que viajar es algo necesario. Pocas cosas hay que te hagan ganar más experiencia de un golpe que tener que desenvolverte solo en un país donde no hablan tu idioma; y pocas cosas hay que te abran más la mente que visitar otros lugares y comprobar que allí también vive gente, y que ellos ven y viven la vida de forma diferente a como lo haces tú. En definitiva, viajar te hace crecer como persona.

                Cuando me pongo a echar la memoria hacia atrás me parece mentira. Hace poco apareció por casa una cajita que tenía donde guardaba cosas que quería conservar, y dentro estaba el billete de autobús de la primera vez que fui -bueno, me llevaron- a Madrid. Era de 2003. Quién le iba a decir a ese cateto de pueblo que alucinó al salir del metro en plaza Castilla y ver las torres Kio que casi once años después iba a estar peleándome por teléfono con una operadora, en inglés, para cambiar los billetes de avión porque una tormenta nos ha dejado, a mi y a la persona que me llevó a Madrid aquel día, aislados en una isla de la costa de Australia.

                Hay gente que no viaja porque le da miedo, o porque no sienten ninguna necesidad o curiosidad por salir de su zona de confort. Otros, creo que muchos, porque les falta el tiempo, el dinero, o las dos cosas. Yo creo que nunca he tenido espíritu aventurero, pero desde que lo probé la primera vez le he cogido el gustillo a visitar sitios que no conozco. Aunque a veces me queje, aunque los días antes de salir sienta angustia y me de pereza abandonar la comodidad del hogar. De todos los viajes se saca algo positivo; incluso cuando te pasan cosas desagradables, sacas la experiencia, el saber qué hacer o qué esperar cuando te pase algo parecido y la satisfacción y autoconfianza por haber sabido resolver una situación complicada.

                Tuve la suerte de poder viajar y residir en el extranjero durante mi doctorado, y ahora tengo la suerte de tener un trabajo que me obliga a viajar. Seguro que no diré esto dentro de dos semanas cuando me tenga que pegar 10 horas conduciendo para ir a Polonia a instalar uno de los cacharros que vende mi empresa, pero no me voy a quejar: gracias a esto he podido cumplir dos de mis sueños, que era ir a Japón y a Australia y dentro de poco tengo que ir a Canadá y a Corea. Sería un auténtico imbécil si me quejara porque me obligan a salir y ver mundo. Viajar me ha dado recuerdos y experiencias impagables: sentirme como una mota de polvo insignificante al ver cómo una tormenta lejana parte en dos el cielo y el horizonte mientras te llevan en una lancha rápida por el caribe atlántico desde isla Saona hasta Punta Cana; sentir el inmenso poder de la naturaleza al escuchar el atronador rugido del agua en las cataratas de Iguazú; las lágrimas de emoción en una aldea paupérrima de Misiones, Argentina, al ver la alegría de un niño enseñándole a su madre el paquete de galletas que le diste cuando te pidió dinero en la puerta del autobús; sentirte perdido en el galimatías del metro de Tokyo, en una estación por la que pasan al día 3 millones y medio de personas sin rozarse siquiera; caminar por la orilla del Sena pasando frío pero agarrando la mano de la persona a la que un día le prometiste que la llevarías a Paris; ver la puesta de sol en el cabo de San Vicente mientras imaginas galeones y batallas navales que solo has visto en libros; no poder parar de fotografiar el Opera House desde el ferry en el que estás cruzando la bahía de Sydney porque no te terminas de creer que estás allí, en la otra jodida punta del mundo. Y los que me dejo, y los que quedan por venir.

                Sirva este escrito como consejo para los escasos lectores extraños de este blog, y sobre todo para mi yo futuro si dentro de unos meses o años relee esto. Viaja. Viaja todo lo que puedas, que el mundo es muy grande y la vida muy corta. 

martes, 24 de septiembre de 2013

Impresiones tras mi viaje a Israel

Hace poco he tenido que ir a Israel por trabajo, y he podido fundar con razones la mala opinión que ya tenía de los israelíes. Llegué justo el día que Rusia y EEUU anunciaron el acuerdo para que Assad entregue las armas químicas, así que el tema político surgió durante la comida con mis clientes; y lo sacaron ellos, que conste. Varias cosas me llamaron la atención y me hicieron morderme la lengua durante la conversación (con un cliente no se discute, y menos sobre estos temas):

-El israelí de a pie realmente se siente amenazado todo el tiempo. Una de las personas con las que hablé vive en una zona en la que, según ella, reciben cohetes desde Gaza cada dos semanas. La cara de asco con la que habló de los palestinos lo decía todo. Seguramente esta persona quedó muy satisfecha cuando el ejército israelí hace un par de años asaltó unos barcos de organizaciones internacionales que pretendían llevar ayuda humanitaria (comida, medicinas y tal) hasta la franja de Gaza, rompiendo el bloqueo al que Israel tenía sometidos (no se si sigue) al millón y medio de personas que viven en apiñadas en ese minúsculo terreno. 

-Están muy orgullosos de su ejército, del que forman parte, porque en Israel el servicio militar es obligatorio para hombres (3 años) y mujeres (21 meses); y sobre todo de su nuevo sistema de protección anti-misiles, que detecta el lanzamiento de misiles desde Líbano, Cisjordania o Gaza y los intercepta antes de que lleguen a su objetivo. Tecnología bélica puntera, vamos. 

-A pesar de ese orgullo, se quejan de cuánto dinero les cuesta mantener esa seguridad que tanto necesitan. Miles de euros cada cohetito defensivo de esos, por ejemplo. Una de mis clientes se quejaba amargamente de esto, diciendo que le retenían casi la mitad de su sueldo bruto en impuestos que iban en su mayor parte destinados a pagar gastos militares, y que si no estuvieran continuamente en el punto de mira, no tendría que pagar tanto. Con esto lo que vino a decir es que la culpa de ella pague impuestos altos la tienen también los palestinos a los que su país no para de expropiar territorio año tras año. Ante esa afirmación no pude resistirme, y le repliqué que yo en Alemania también pago alrededor del  45% de mi sueldo bruto en impuestos y no tenemos a esos peligrosos musulmanes en la frontera, ante lo cual respondió algo confuso y cambió de tema.

-Ante mi comentario, intentando escapar un poco, de que la situación es compleja, y de que quizá hay facciones tanto judías como musulmanas, a las que no les interesa llegar a una solución pacífica, obtuve un contundente “ellos seguro que quieren seguir peleando, pero aquí todo el mundo solo quiere la paz”. A duras penas pude callar mientras asentía con la cabeza, aunque probablemente enarqué las cejas pensando en esos ataques “selectivos” israelíes para cargarse a supuestos terroristas durante los períodos de paz, y en cómo cada vez que en Israel hay elecciones casualmente se produce un “recrudecimiento del conflicto”.

-Mis dos clientes estaban indignadísimas con la actitud reticente a intervenir en la guerra civil siria de la comunidad internacional. Querían que EEUU atacara, a toda costa y contra cualquier bando: les daba igual que fuera contra los insurgentes radicales islámicos o para derrocar a Assad, lo importante era que allí no quedaran armas químicas que pudieran ser usadas contra Israel cuando acabe la guerra. Llegaron a afirmar que toda arma que quedara en Siria sería usada contra ellos más adelante, lo cual me sorprendió bastante. Les parecía indignante que ningún país europeo (salvo Francia) se mostrara con ganas de intervenir en el conflicto (cara de asco otra vez al referirse a los “pacifistas europeos”). Afortunadamente, después del silencio incómodo que siguió a eso, me di cuenta de que ya era hora de volver al trabajo y pude dar por terminada la conversación.

Todo esto solo vino a confirmar mi idea de que Israel intenta dar una imagen de víctima cuando ellos tampoco paran de putear a los palestinos con los que dicen querer llevarse bien, y de que parecen obviar algo evidente: que si todos los países de alrededor te tienen hincha es con motivos, carajo.

Evolución del territorio palestino desde la fundación del estado de Israel. Fuente: www.principiamarsupia.com

 Un país que se fundó de la forma que se fundó, con el historial de guerras con todos sus vecinos que tiene detrás, que no para de comerle terreno al pueblo que desplazó para invadir sus tierras, pasándose por el forro todos los tratados y convenios habidos y por haber, que ha usado armas químicas (esa línea roja que no se debe cruzar por la que iban a invadir Siria) contra los palestinos con total impunidad… ¿y te extrañas de que los países de tu alrededor quieran borrarte del mapa? Si no lo han hecho ya es porque no han podido o porque no los han dejado. Porque, no sé si por la cosa del “pobrecitos, después del holocausto les debemos algo” o no, la comunidad internacional (ONU) siempre ha mirado para otro lado, cuando no ha colaborado activamente, ante todos los atropellos cometidos por Israel (lo de cómo se hicieron con la bomba nuclear saltándose el tratado de no proliferación y engañando a los observadores es alucinante, y está muy bien explicado en este libro). Aparte del hecho de que tiene al primo de Zumosol, EEUU, siempre dispuesto a defender a ese primillo debilucho que es Israel: es un tocapelotas y siempre anda metiéndose en líos, pero lo necesitas porque tiene mucha pasta y contactos, y además te sirve para tener entretenidos a los chungos del barrio.

En fin, no me quiero extender más porque el tema es complejo y daría para hablar mucho. Y tampoco es plan de ponerme yo aquí a solucionar los problemas de Oriente Medio, que el embolao que tienen ahí montado entre unos y otros es épico. Pero que manda cojones tener que escuchar ciertas cosas.


Para que conste: no soy antisemita como los nazis, ni odio a los judíos ni nada parecido; pero sí estoy en contra del movimiento sionista y creo que la fundación del estado de Israel fue un gran error de terribles consecuencias políticas, humanitarias e históricas. 

viernes, 20 de septiembre de 2013

Por qué no soy cristiano

Esto es un extracto del prefacio de un libro que acabo de empezar a leer, "Por qué no soy cristiano" de Bertrand Russell. Promete ser interesante, cuando menos.

Creo que todas las grandes religiones del mundo —el budismo, el hinduismo, el cristianismo, el islam y el comunismo— son a la vez mentirosas y dañinas. Es evidente, como materia de lógica que, ya que están en desacuerdo, sólo una de ellas puede ser verdadera. Con muy pocas excepciones, la religión que un hombre acepta es la de la comunidad en que vive, lo cual hace obvio que  la  influencia  del  medio  es  la  que  le  ha  llevado  a  aceptar  la  religión  en  cuestión.  Es cierto que la escolástica inventó lo que sostenía como argumentos lógicos que probaban la existencia de Dios, y que esos argumentos, u otros similares, han sido aceptados por muchos filósofos eminentes, pero la lógica a que apelaban estos argumentos tradicionales es de una anticuada clase aristotélica rechazada ahora por casi todos los lógicos, excepto los católicos.  Hay  uno  de  estos  argumentos  que  no  es  puramente  lógico.  Me  refiero  al  argumento  del  designio.  Sin  embargo,  este  argumento  fue  destruido  por  Darwin; y, de todas maneras, sólo podría ser lógicamente respetable mediante el abandono de la omnipotencia de Dios. Aparte de la fuerza lógica, para mí hay algo raro en las valuaciones éticas de los que creen que una deidad omnipotente, omnisciente y benévola, después de preparar el terreno mediante muchos millones de años de nebulosa sin vida, puede considerarse adecuadamente recompensado por la aparición final de Hitler, Stalin y la bomba H.

La cuestión de la verdad de una religión es una cosa, pero la cuestión de su utilidad es otra. Yo estoy tan firmemente convencido de que las religiones hacen daño, como lo estoy de que no son reales.

El daño que hace una religión es de dos clases, una dependiente de la clase de creencia que se considera que se le debe dar, y otra dependiente de los dogmas particulares en que se cree. Con respecto a la clase de creencia, se considera virtuoso el tener fe, es decir, tener una convicción que no puede ser debilitada por la prueba en contrario. Ahora bien, si la prueba en contrario ocasiona la duda, se sostiene que la prueba en contrario debe ser suprimida. Mediante tal criterio, en Rusia los niños no pueden oír argumentos en favor del capitalismo, ni en Estados Unidos en favor del comunismo. Esto mantiene intacta la fe de ambos  y  pronta  para  una  guerra  sanguinaria.  La convicción  de  que  es  importante  creer esto  o  aquello,  incluso  aunque  una  investigación  libre  no  apoye  la  creencia, es común a casi todas las religiones e inspira todos los sistemas de educación estatal. La consecuencia es que las mentes de los jóvenes no se desarrollan y se llenan de hostilidad fanática hacia los que tienen otros fanatismos y, aun mas virulentamente, hacia los contrarios a todos los fanatismos. El hábito de basar las convicciones en la prueba y de darles sólo ese grado de seguridad que la prueba autoriza, si se generalizase, curaría la mayoría de los males que padece el mundo. Pero, en la actualidad, la educación tiende a prevenir el desarrollo de dicho hábito, y los hombres que se niegan a profesar  la creencia en algún sistema de dogmas infundados no son considerados idóneos como maestros de la juventud.

Los  anteriores  males  son  independientes  del  credo  particular  en  cuestión  y  existen igualmente en todos los credos que se ostentan dogmáticamente. Pero también hay, en la mayoría de las religiones, dogmas éticos específicos que causan  daño definido. La condenación católica del control de la natalidad, sí prevaleciese, haría imposible la mitigación de la pobreza y la abolición de la guerra. Las creencias hindúes de que la vaca es sagrada y  que  es  malo que las viudas  se  vuelvan  a  casar  causan un sufrimiento innecesario. La creencia comunista en la dictadura de una minoría de Verdaderos Creyentes ha producido toda clase de abominaciones.       


Se nos dice  a  veces  que  sólo  el  fanatismo  puede  hacer eficaz un grupo social. Creo que  esto  es  totalmente  contrarío  a  las  lecciones  de  la  historia.    Pero,  en  cualquier  caso, sólo los que adoran servilmente el éxito pueden pensar que la eficacia es admirable sin tener en cuenta lo que se hace. Por mi parte, creo que es mejor hacer un bien chico que un mal grande. El mundo que querría ver sería un mundo libre de la virulencia de las hostilidades de grupo y capaz de realizar la felicidad para todos mediante la cooperación, en lugar de  mediante la lucha. Querría ver un mundo en el cual la educación tienda a la libertad mental en lugar de a encerrar la mente de la juventud en la rígida armadura del dogma, calculado para protegerla durante toda su vida contra los dardos de  la prueba imparcial. El mundo necesita mentes y corazones abiertos, y éstos no pueden derivarse de rígidos sistemas, ya sean viejos o nuevos.

martes, 16 de julio de 2013

Todo cambia para que todo siga igual

Hoy charlando con un amigo, me ha hecho en plan jocoso la pregunta “¿...y qué, dimite Rajoy o no dimite?” , cuya respuesta inmediata ha sido “qué va a dimitir ni dimitir, ni él ni nadie...” . Esta simple conversación me ha provocado un aluvión de ideas y un subidón de bilis que tengo que soltar.

Y es que llevamos unos días (o unos meses, ya no tengo claro cuándo empezó todo esto) en que abrir el periódico y leer las noticias provoca una mezcla de ira, impotencia y tristeza que a nada que te descuides te arruina el día por completo. No sólo por ver toda la mierda que había debajo de la manta de la que ha tirado el cabronazo del Bárcenas (iba a llamarlo señor, pero no lo merece), eso ya nos lo olíamos desde hace tiempo. No sólo por ver con qué desfachatez siguen mintiendo, tratando de explicar lo inexplicable, sin dimisiones, con ruedas de prensa con sólo dos preguntas, manipuladas y leyendo la respuesta... casi hay que dar gracias que esta vez haya salido en persona en lugar de en una tele de plasma. No sólo por ver a una (teórica) oposición que hace dos días estaba haciendo pactos de colegas con este gobierno que ya se sabía corrupto y que ha tardado unos días de escándalo más en pedir explicaciones. No sólo por saber que ésto sólo ha salido a la luz porque el ala más radical del partido, liderada por Espe que ahora quiere aparecer como la única que está limpia (¿alguien se acuerda del Tamayazo o de los indicios de financiación ilegal del PP madrileño?), se ha decidido a asaltar el poder usando al imbécil de Pedro J., su periódico y sus ansias de poder decir que él tumbó un gobierno; todo por supuesto sin escisiones en el partido, todo con indirectas, con puñaladas por la espalda, pero sin hablar abiertamente contra el líder... ya se sabe, prietas las filas...

No, después de todo eso, lo que más me mosquea es cuando ves los comentarios de esas noticias en las webs, o en twitter, de gente de la calle que todavía sigue defendiéndolos, convencidos de que todo es mentira y de que son los únicos que nos pueden sacar de la crisis. Alucino, de verdad. En la última encuesta de intención de voto el PP seguía sacando unos 8 millones y pico, y el PSOE creo recordar que unos 5. Esa gente ¿que tiene en la cabeza?, ¿de verdad hay tanta gente que no razona? Les hablas de los recortes, todo culpa de ZP, les hablas de lo de Bárcenas, y responden que qué hay de los EREs. No hay nada que hacer.

Una excompañera de Córdoba, más o menos a mitad de su tesis, ya se está viendo en la tesitura de tomar una decisión: ir buscando dónde emigrar o quedarse y luchar para cambiar las cosas, aunque sea montando una granja de pollos. Me decía el otro día que cada vez hay más cosas que la empujan a irse fuera, y que cuanto más la empujan más coraje le da y más motivos para quedarse y formas de hacerlo busca. Decía también que si nos vamos todos, cómo cojones van a cambiar las cosas alguna vez, y lleva su parte de razón, pero ante eso yo me pregunto dos cosas:

1- ¿Realmente tenemos poder para cambiar algo? Yo puedo indignarme mucho, y firmar una petición para nosequé (motivos no faltan), o incluso salir a la calle a una manifestación, o hacer una sentada en el congreso, o en Génova 13 o donde sea, pero luego el gobierno se pasa las firmas por el forro, disuelve la manifestación y la sentada a hostias, y sigue haciendo lo que le sale de los huevos todavía apoyado por millones de tontos útiles, una parte significativa de los cuales a su vez se indignará con los que protestamos, diciendo que somos peligrosos comunistas antisistema y que deberíamos irnos a Cuba.


2- Al hilo de la primera y no menos importante: ¿merece la pena luchar por esa gente? Estoy cansado de ver a gente que no quiere quitarse la venda de los ojos, gente que no se informa, no lee, gente para los que el peligroso eres tú, que te crees que lo sabes todo. Son tantos los cambios que hay que hacer que es imposible hacerlos en lo que dura una vida, sobre todo sin que haya un cambio en la actitud de esa gente y al menos quieran quitarse la venda. Y ese cambio de actitud tendría que venir gracias a la educación, esa misma educación que vienen vapuleando desde hace 20 años, así que no soy muy optimista respecto a eso.

No se puede pretender que esos chavales que salen del instituto con las peores notas de Europa en los test de comprensión lectora, esos padres que sólo leen el Marca y esas madres adictas al Sálvame, se pongan de repente a estudiar historia. Y sin saber un poquito de historia es difícil poner las cosas en perspectiva y darse cuenta de que toda la mierda que nos estamos comiendo ahora no es culpa de Rajoy, ni de ZP ni del bigotitos, sino que es producto de una serie de circunstancias socio-políticas; unas locales: un retraso socio-cultural fraguado desde hace siglos, y otras internacionales que están bastante fuera de nuestro control.

Las circunstancias internacionales tienen un nombre: globalización. Los mercados ahora son globales, puedes comprar cosas hechas en China por una décima parte de lo que cuesta hacerlas aquí. Las empresas “deslocalizan” su producción y se la llevan a países donde los trabajadores cobran una miseria. Y todo esto, lógicamente, hace peligrar el “estado de bienestar”, o sea, el tener un sueldo digno, una seguridad social y una jubilación, en todo el mundo occidental.

Con respecto al retraso socio-cultural, sólo un par de apuntes históricos rápidos. Mientras en Europa florecía el humanismo y el arte durante el Renacimiento, aquí nos fuimos a América a “cristianizar” indígenas a la fuerza (la cruz o la hoguera) y a robarles su oro. Luego conquistamos medio mundo, y nos dedicamos durante un par de siglos a gastarnos todo ese oro combatiendo a los enemigos de la religión católica, principalmente luteranos, calvinistas y anglicanos, en lugar de dejarlos vivir y emplear la pasta en desarrollar avances tecnológicos que permitieran conservar la supremacía económica. Pero claro, siempre había un cura soplando en la oreja del rey de turno. Más tarde, mientras en Europa aparecía el movimiento de la Ilustración y el pensamiento científico daba sus primeros pasos, aquí nos dedicamos a matarnos unos a otros, con lo cual la Ilustración llegó tarde y mal. Luego nos invadió Napoleón, y en la guerra de independencia se mató o se desterró a casi toda la élite intelectual, por afrancesados aunque no lo fueran, y a los que quedaron se los cargó al poco de volver Fernando VII, rey que había abdicado en Napoleón y al que el pueblo volvió a coronar al grito de “vivan las caenas”.

No haría falta decir más, porque esa frase resume todo y porque ya se ve que la cosa viene de lejos, pero ya acabo el repaso. Después de esto, mientras en Europa se daba la revolución industrial, aquí nos volvíamos a desangrar en guerras internas como las carlistas, pronunciamientos militares, y tensiones políticas internas varias. Todo ello hizo que perdiéramos el tren de la industrialización, que sólo llegó moderadamente a Cataluña y el País Vasco, y quedamos convertidos básicamente en un país tercermundista con una élite social (nobles, militares y demás gente con posibles) que pensaba que seguía teniendo un imperio, y que se dio una hostia tremenda con la realidad cuando se perdió Cuba y se llevó la puntilla con el desastre de la guerra de Marruecos. Y luego, entre otras cosas y por resumir, la Guerra Civil, en la que la élite intelectual volvió a ser asesinada o desterrada, y los 40 años de nacional-catolicismo y dictadura: mientras Rusia y EEUU ponían satélites en órbita y conquistaban el espacio, Franco hacía pantanos y los españoles emigraban con una boina, un cinturón de cuerda y una maleta de cartón a trabajar de mano de obra barata en la reconstrucción de Alemania, para convertirla en la potencia que es ahora. Luego vino la transición, en la que la élite franquista se integró a regañadientes en una democracia que se aseguraron de controlar, como efectivamente estamos comprobando ahora. Tuvieron su periodo de adaptación y sus deslices, por ejemplo en los 80 cuando se universalizó la educación y se permitió que hijos de obreros parias como yo tuvieran acceso a la universidad. Pero claro, ya se aseguraron después de no crear puestos de trabajo que requieran estudios, con lo cual nos vemos forzados a marchar al extranjero -por mucho que diga González Pons- a producir riqueza y pagar impuestos. Todo el dinero gastado en nuestra educación ¿para qué? Solución que han encontrado: menos educación para todos y universidad sólo accesible para los ricos, en vez de buscar la forma de crear puestos de trabajo cualificados. Todo cambia para que todo siga igual: ya no llevamos maleta de cartón, llevamos un doctorado, pero el poder lo siguen teniendo los mismos hijos de puta de siempre, los que hacen todo lo posible por mantener esa masa de tontos útiles que les aplauda todo. Esa masa que grita ¡Vivan las caenas!